viernes, 28 de marzo de 2014

NOTICIAS CRISTIANAS

Ex policía ruso dice ser el nuevo Cristo

Le dicen Vissarion, que significa “el que da nueva vida”. Y a pesar de las dificultades, su coctel de enseñanzas sigue encontrando adeptos.

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Algunas religiones dicen esperar la segunda venida de Cristo. En un remoto rincón de Siberia, en un poblado con el improbable nombre de Morada del Alba, un hombre de largo cabello castaño enmarcando una sonrisa entre enigmática y beatífica, dice que ya vino, que él es Cristo, y que tiene la misión –por supuesto– de salvar al mundo. No lo dice al aire.

Lo dice a sus seguidores, que hoy se cuentan por miles y que residen en varias decenas de asentamientos rústicos ubicados a la vera de una vieja carretera siberiana, a tres mil kilómetros de Moscú.
Su nombre (en la comuna todos tienen un solo nombre) es Vissarion, que significa “el que da nueva vida”. Sus fieles le dicen el Maestro, hablan de él en voz baja y lo adoran como lo que creen que es: la reencarnación de Jesucristo. En las sencillas cabañas hay retratos suyos, y los creyentes siguen una vida conforme a las normas que él dicta.
En un día típico, según contó Kevin Sullivan en The Washington Post, los fieles de Morada del Alba se levantan temprano para las oraciones matutinas. De rodillas en el césped húmedo, rodeados de abetos y pinos, cantan himnos y rezan. Luego distribuyen el trabajo y se dispersan para una dura jornada, pues la creencia es que afanarse duramente favorece la socialización.
El pueblo aloja a cerca de medio millar de creyentes, pero de cuatro a cinco mil más viven a menos de una hora de camino en pequeños poblados que siguen todas las mismas reglas: no vicios, no alcohol, no tabaco. Dieta vegana: vegetarianismo estricto.
La comuna de Vissarion se autodenomina Iglesia del Último Testamento. Y es que el gurú escribió un Último Testamento en nueve volúmenes que contiene 61 mandamientos. Nada especial, pero según los observadores externos, el culto inventado por Vissarion, además de contener muchos elementos del ritual ortodoxo tan caro a los rusos, es una especie de ensalada de valores budistas, taoístas y ecologistas.
¿Quién es Vissarion? Su vida anterior no es ningún secreto. Se llama Sergei Torop. A los 18 años se enlistó en el Ejército Rojo, donde terminó como sargento. Trabajó tres años como metalúrgico en una fábrica de Minusinsk, un pueblo siberiano. Luego trabajó en el mismo pueblo como un agente de tránsito ejemplar. En 1989 hubo recortes y se quedó sin empleo justo cuando la Unión Soviética se hacía trizas. Millones de rusos se quedaron al garete, desprovistos de una idea de futuro. Fue entonces cuando Torop tuvo su experiencia mística: “algo se despertó en mi interior”, recuerda. Dice que ahí se percató de su naturaleza divina y comprendió que Dios lo había enviado a la Tierra porque ésta era aplastada por el odio y la guerra y el deterioro ambiental.
Muchos le creen. Luba Derbina, que traducía textos para la Cruz Roja en Murmansk, un puerto ruso, vio en él al maestro que esperó toda su vida. “Creo que es Jesucristo. Lo sé, como sé que estoy respirando”.
Galina Oshepkova, bielorrusa de 54 años, se había divorciado y tenía dos hijos, cuando alguien le mostró un video de Torop. Escuchó al hombre parecido a Jesucristo decir que había vuelto a la Tierra porque la gente se había olvidado de sus enseñanzas de hace dos mil años.
“Sentí que mi corazón latía con fuerza y supe: ‘Esta es la verdad. Es Él’. Es la segunda encarnación de Jesucristo”, dijo Oshepkova, que en Morada del Alba también encontró una nueva vida… en un segundo esposo: Nikolai, un ingeniero bielorruso que si bien acepta la dureza de la vida en Siberia, coincide con su flamante esposa: “Hemos encontrado aquello que esperábamos”.
Tres veces al día, el poblado escucha el tañir de la campana montada sobre una colina. Los fieles se arrodillan a rezar. Pero la campana también es evidencia de su fe. Cargaron los 270 kilos de metal durante medio centenar de kilómetros y luego la arrastraron, a base de fuerza pura, hasta la cima de la colina.
Los fieles le hicieron a su Maestro una casa de tres pisos, sencilla pero cómoda, con una terraza que mira hacia el valle, hacia Morada del Alba, y un estudio en donde Torop, se dice, pinta al óleo y reza.
También hay detractores. Mariya Karpinskaya era una madre divorciada en 1992, cuando conoció a Torop. Deslumbrada, se mudó a Siberia porque le pareció un líder capaz de crear una vida hermosa. Tres años después se arrepintió.
“La hipnosis desapareció, y me di cuenta de que mi vida estaba arruinada”, dijo Karpinskaya. “Él no cree que es Jesucristo. Simplemente está manipulando a la gente”.
El nuevo Jesucristo pasa los días en su cabaña en compañía de su esposa y de su hijo menor. Los otros cinco viven en Morada del Alba con la madre de Torop, divorciada.
Torop habla en voz suave e insiste en que él es Jesucristo redivivo, y que le duele recordar su crucifixión hace dos mil años. “No soy Dios. Y es un error ver a Jesús como Dios. Pero soy la palabra viviente de Dios Padre. Todo lo que Dios quiere decir lo dice a través mío”.
Seguidores afanosos
En Morada del Alba, la vida es dura
Los seguidores de Vissarion no crían animales, no fuman, no consumen drogas, no beben alcohol. En la comunidad no se usa dinero. A duras penas se acepta usarlo para intercambios con el exterior. Pero aprenden de buena gana los 61 mandamientos y un puñado de rituales, leyes, símbolos y oraciones propios de su culto. Viven también en un esquema de tiempo distinto. Como Vissarion nació el 14 de enero de 1961, y tiene por tanto 47 años, viven el año 47 de la nueva era. Celebran también el 18 de agosto, porque en tal día pronunció su primer sermón hace 16 años. Los residentes de Morada del Alba beben savia de abetos. Comen bayas, nueces y hongos que recolectan en el bosque. Cultivan a duras penas espárragos, papas y lechugas. Tienen algo de trueque con sus manualidades y sus verduras. “Claro que es difícil”, dice Vissarion. “Pero es importante que las personas se vean a sí mismas y unas a otras. Esto es más fácil cuando el trabajo es duro”.

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