Cómo hacer de la oración una forma de vida
por Mark Littleton
Durante años, supe que Martín Lutero decía que él no podía acabar todo su trabajo de un día a menos que orara primero esa mañana durante tres horas. Luego estaba Juan Wesley, quien se levantaba regularmente a las 4 a.m. para orar. David Brainerd, un misionero del siglo 18, escribió que una vez oró postrado en el suelo durante tanto tiempo, que derritió la nieve que había a su alrededor.
Pero esas historias, en vez de inspirarme, me hacían sentir fracasado. Yo había leído decenas de libros que hacían hincapié en la necesidad de orar de manera disciplinada y con profundidad todos los días. Por tanto, me dediqué a hacerlo regularmente cada mañana, pero pronto me sentí culpable por no poder continuar.
Pero después comencé a notar que en la Biblia no había ningún: “Te levantarás tres horas más temprano cada día para orar fervientemente en la nieve”. En vez de eso, leí las palabras de Pablo en 1 Tesalonicenses 5:17, que dicen: “Orad sin cesar”. De repente, entendí lo que estaba diciendo: Mantengan una conversación permanente con Dios. Nunca dejen de hacerlo. Háganlo cada vez que piensen en esto.
El Padrenuestro, la oración que Jesús enseñó a sus discípulos, no toma, en realidad, más de 20 segundos hacerla. La famosa “Oración de Jabes” probablemente se hace en unos 10 segundos (1 Cr. 4:10). Muchos de los salmos son bastante cortos, como mis favoritos: Salmos 1, 8, 23 y 100. Las oraciones escritas de Pablo en Efesios 1:15-23; 3:16-21; Filipenses 1:9-11 y Colosenses 1:9-12, toman menos de un minuto hacerlas, pero son excelentes.
Descubrí que la esencia de las oraciones hechas por Abraham, Jacob, Moisés y Jonás no pasaba de los diez minutos de conversación. El modelo que vemos con frecuencia en la Biblia, muestra que la oración no se trata de hacer un gran descubrimiento. Usted dice algo, y Dios responde. Luego usted dice algo más. (Y así sucesivamente).
Pensé, entonces, que debía probarlo, haciendo oraciones breves de diez segundos varias veces al día. Le decía a Dios todo lo que se me presentaba en el día, aunque la oración durara apenas unos segundos. Al final, mientras aprendía a hablar con Dios como parte de mi agenda diaria, descubrí que mi vida de oración y, por tanto, mi amistad con Dios, se enriquecía cada vez más. Y, sorprendentemente, lo estaba disfrutando.
No estoy diciendo que no haya un tiempo para orar con profundidad durante horas. Ambas clases de oración son normales y necesarias. Pero, como ocurre con cualquier disciplina —como hacer ejercicio, o leer la Biblia—, la mejor manera de desarrollar el hábito es comenzar poco a poco. Si usted trata de hacer mucho al comienzo, se podrá desanimar si no cumple con las expectativas.
Por lo tanto, empiece con oraciones de diez segundos aquí y allá a lo largo del día. Al ver la respuesta de Dios usted tendrá más motivación para seguir haciéndolo. Se interesará más por las personas que conozca, y desarrollará un corazón más sensible al impulso del Espíritu Santo.
La clave es la creatividad y el propósito. Estas seis ideas que siguen a continuación para iniciar su vida de oración, son hábitos sencillos que han revolucionado mi vida con el tiempo.
1. Utilice los tiempos de inactividad
En Efesios 5:15, 16, Pablo nos exhorta a aprovechar bien el tiempo. Usted pudiera pensar que no tiene mucho tiempo para orar, pero muchas veces son a menudo los momentos más banales los que nos ofrecen una gran oportunidad para orar. Piense en los muchos momentos del día en que no está haciendo nada:
* Detenido en el tráfico o en una luz roja
* Esperando en un consultorio médico
* Esperando que su familia salga de la casa
* Preparándose para limpiar los platos después de la cena
* Esperando ser servido en un restaurante o en una cafetería
* Cortando la grama o trabajando afuera
* Haciendo ejercicio
* Tratando de dormirse
* Tomando una ducha
* Viendo a sus hijos jugar afuera
* Sacando al perro
* Esperando en un consultorio médico
* Esperando que su familia salga de la casa
* Preparándose para limpiar los platos después de la cena
* Esperando ser servido en un restaurante o en una cafetería
* Cortando la grama o trabajando afuera
* Haciendo ejercicio
* Tratando de dormirse
* Tomando una ducha
* Viendo a sus hijos jugar afuera
* Sacando al perro
Todos estos momentos son ideales para orar. En momentos como estos he orado por multitud de personas que probablemente no volveré a ver nunca más durante mi vida en la tierra. He orado por necesidades mencionadas en la iglesia o en otras partes.
Hace poco, una noche, antes de irme a dormir, oré por un amigo que tenía cáncer. Una semana después, recibió el informe de que su cáncer había sido detectado a tiempo, y que era “uno de los mejores tipos de cáncer” en términos de curación.
2. No se limite a ver las noticias; haga algo al respecto
La mayoría de los cristianos anhelan ser parte de algo más grande que ellos mismos, y saben que lo que ellos hacen importa. Pocos de nosotros podremos acabar con la pobreza, traer la paz a países en guerra o extinguir por completo el fanatismo y el racismo. Pero no tenemos que ser personalidades públicas para aprovechar el poder ilimitado que está a nuestro alcance.
La mayoría de nosotros estamos en contacto con las noticias cada día, ya sea a través de la prensa, de la TV o Internet. Mientras usted se entera de la información y la procesa, ore brevemente por las necesidades que vea. Eso puede ser alucinante, pero Dios puede actuar en cualquier situación humana, tal como lo enseñó Jesús.
3. Responda a lo que se le presente
Cada vez que el Espíritu Santo le inquiete, dígalo al Señor. Cuando estoy en una tienda o en una sala de espera, veo a cada persona y oro, diciendo: “Señor, bendice a esa persona. Si no te conoce, revélate a ella. Y si te conoce, ayúdala en la lucha que esté teniendo en este mismo momento”.
Cuando uno de los miembros de mi familia tiene un problema, cada vez que pienso en ello, oro diciendo simplemente: “Señor, Tú conoces la situación. Te ruego que intervengas y arregles esto, o por lo menos que nos enseñes lo que Tú quieres que aprendamos con ella”.
Y no olvide tomar un tiempo, también, para dar gracias por las cosas que le vengan a la mente. “Gracias, Señor, por ese espacio para estacionar el vehículo, porque no tuve que caminar bajo la lluvia”. O: “Casi lo había olvidado, Señor. Gracias por ocuparte de ese cheque que finalmente me llegó. Tú sabías que eso me tenía preocupado”.
4. Haga su propia lista de oración
Las listas de oración no son nuevas, pero trate de hacer una lista de cosas por las que nunca ha orado antes. Yo oro regularmente por una lista que llevo en mi billetera, que cubre cualquier cosa, desde editores de revistas, pasando por presentadores de noticias de TV, personalidades del mundo de los deportes, hasta personas que conocí en el pasado. En los momentos sobrantes, veo hasta dónde llegué. Sorprendentemente, este hábito me permite orar por una lista de alrededor de 600 diferentes personas, lugares, etc.
Hace algún tiempo comencé a orar por personas famosas; sí, ellas también necesitan nuestras oraciones. Algo que edificó verdaderamente mi fe, fue saber que varios influyentes actores y músicos habían orado para recibir a Cristo, o que se habían enseriado más en su fe. También tengo una lista de autores, en la que están incluidos escritores que desde entonces han llegado a ser nombres conocidísimos. El orar por personas que usted no conoce personalmente, sean muy influyentes o no, puede ayudarle a usted a aprovechar el amor que Dios le tiene al mundo, más allá del territorio en que usted vive.
5. Determine turnos para orar
Decida por qué cosas orará en la mañana, en la tarde y en la noche durante cierto día, una vez a la semana. Por ejemplo, en la mañana puedo enfocarme en la oración por mi familia, al pasar de una actividad a otra. Luego, en la tarde, podré orar por personas que conocí en mi juventud, y después, en la noche, por personas de mi iglesia. Ésta es una manera sencilla de cubrir mucho terreno y de orar por muchos grupos diferentes de personas durante el día.
He estado orando durante años por amigos con quienes me crié en Cherry Hill, Nueva Jersey, a quienes tengo regularmente en mi pensamiento. Hace poco, el Señor me impulsó a organizar una reunión con ellos. En el verano pasado me puse a reconstruir relaciones con amigos que no había visto en 30 años. Ahora estoy buscando la manera de compartir el evangelio con ellos en nuestro próximo encuentro.
6. Pedir, buscar, llamar
Dios quiere, a veces, que hagamos más que simplemente pedirle algo. El Señor quiere que veamos las maneras en que Él ya está trabajando en la situación y, muchas veces, para que actuemos. He estado orando por la camarera de un restaurante que mi esposa Jeanette y yo visitamos con frecuencia. Estas oraciones nos llevaron a iniciar una relación con ella, y desde entonces hemos podido hablarle de Cristo e incluso animarla a que trate de asistir a la iglesia.
Mi suegro no quería saber absolutamente nada de Dios. Después que Jeanette me lo dijo, cada vez que pensaba en “Pops” oraba por él. Cada vez que nos reuníamos para cenar o tener una reunión familiar, le enviaba una oración de diez segundos: “Señor, abre la puerta. Dame la oportunidad de compartir el evangelio con él”. Hice esto durante varios años, buscando todas las oportunidades, sin ver ningún resultado. Después Pops cayó en su última enfermedad. Dos semanas antes de morir, entré a su habitación y oré mentalmente como siempre. Pero esta vez él estaba abierto. Fue Él quien en realidad sacó a la superficie el tema, preguntándome sobre Jesús, y cuando murió había hecho ya la decisión de creer en Cristo.
Nuestro Dios es un Dios que puede cambiar vidas, situaciones, corazones y acontecimientos. El Señor a menudo nos lleva a orar por las cosas que honestamente creemos que no son posible. Pero Él tiene el poder de hacer lo imposible. Es un Dios que anhela saber de usted y responder las oraciones que le ofrece hoy, y que le ofrecerá mañana y todos los días por el resto de su vida.
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